Por Luis Gárate
16-03-10
Un año más de la partida de “El viejo” Carlos Marx. Se fue un 14 de marzo de 1883. Decimos viejo no en tono lastimoso sino más bien cariñoso, porque la imagen que tenemos de él es la de un abuelo, aquel hombre de cabellera y amplia barba blanca que dedicó su vida a la causa de la liberación de los trabajadores y de la humanidad.
No es casual que casi todas las biografías reseñen la abnegación en la figura de Marx. Por eso Fidel Castro señalaba en un discurso que Marx era un ejemplo para el pueblo cubano y la humanidad por su entrega, que llevó incluso a descuidar su bienestar y su salud, su familia sumida en la pobreza, por dedicarse al estudio de la historia humana, de la filosofía y de la evolución de las estructuras económicas, así como para elaborar su teoría del capitalismo y la perspectiva socialista.
Tratamos hoy de Marx, como seguramente lo haremos en los años que vengan, pues su análisis de la naturaleza explotadora del capitalismo, la forma en que se destruye el trabajo y solo busca la acumulación de capital sigue vigente, a pesar de que lo intenten sepultar junto al colapso de las experiencias del “socialismo real” que trataron de seguir sus ideas. Marx entendió la teoría vinculada necesariamente a la transformación social y a la lucha concreta de los trabajadores.
Hoy vemos que a pesar de los procesos cambiantes, los movimientos que lo siguen son diversos, y casi desde su muerte no han dejado de reclamar y dividirse en nombre de la autenticidad de su interpretación. Sin duda el legado de El viejo ha sido uno de los que más ha marcado el siglo XX y todavía los albores del XXI; ha engendrado luchas obreras, revoluciones, producción teórica y tantos apasionamientos e interpretaciones, tanto como lo han hecho movimientos religiosos como el cristianismo.
Lamentablemente solo lo fraseamos y no aplicamos creativamente su estudio de las leyes que mueven el sistema y las estructuras políticas, ideológicas y sociales que mueven a las sociedades. No seguimos ese método que aplicó Mariátegui para entender un país como el nuestro, que sigue marcado por la fragmentación y las luchas sociales, por diversos tipos de exclusión, de clase, racial, cultural, entre otros.
Nuestro homenajeado tuvo algo de previsor. Escribió de la creciente expansión mundial del capitalismo y hasta describía las líneas de lo que se conoce hoy como globalización: “En lugar del antiguo aislamiento y la amargura de las regiones y naciones, se establece un intercambio universal, una interdependencia universal de las naciones. Y esto se refiere tanto a la producción material, como a la intelectual. La producción intelectual de una nación se convierte en patrimonio común de todas. La estrechez y el exclusivismo nacionales resultan de día en día más imposibles; de las numerosas literaturas nacionales y locales se forma una literatura universal.” (Manifiesto Comunista -1848)
Marx pudo preveer en gran medida la globalización a partir de la revolución tecnológica y la expansión del capital, pero no alcanzó a ver las dimensiones de la tragedia que traería a nivel planetario, con el fenómeno del cambio climático y el nivel de extensión las enfermedades mentales, los problemas de las adicciones y el uso de drogas, el desmesurado crimen organizado, o la alienación producida por el dominio de la industria de las comunicaciones, en especial de lo audiovisual y la publicidad.
En este escenario de crisis económica y donde campea el oportunismo y la corrupción, donde reina la incertidumbre y la carencia de paradigmas, urge sin duda poner en discusión su propuesta de sociedad sin clases ni opresión. El socialismo es por las razones políticas y éticas una alternativa de sociedad, que no solo debe ser una proclama, sino una lucha y construcción permanente, desde la lucha de ideas, la hegemonía ideológica entre los trabajadores y el pueblo, la democracia desde las bases y las experiencias de gobierno y construcción de un poder alternativo.
Por ejemplo ¿cómo nos acercamos al nuevo proletariado peruano? Esos miles de jóvenes trabajadores de los servicios, en la informalidad laboral total, qué están preocupados por estudiar alguna carrera rápida, por la sobrevivencia cotidiana y en aprovechar el poco tiempo de descanso que les queda. Nosotros estamos más bien encerrados en nuestros discursos altisonantes y debates súper ideologizados, absorbidos por pequeñas disputas de poder que nos desconectan de las necesidades y sueños de los que pretendemos representar.
Otra vez El viejo nos dio pistas de que solo la acción cada vez más coordinada y mundial de los trabajadores podría revertir la fuerza de las gigantescas fuerzas del capital transnacional: “El aislamiento nacional y los antagonismos entre los pueblos desaparecen día a día con el desarrollo de la burguesía, la libertad de comercio y el mercado mundial, con la uniformidad de la producción industrial y las condiciones de existencia que le corresponden. El dominio del proletariado los hará desaparecer más de prisa todavía. La acción común, al menos de los países civilizados, es una de las primeras condiciones de su emancipación.” (Manifiesto Comunista -1848)
Entonces, si seguimos sus huellas, debemos aplicar la crítica y el debate teórico de cara a las luchas concretas, sin dogmatismos ni mecanicismos, dialogando con otras corrientes radicales del pensamiento, la cultura y lo más avanzado del conocimiento humano. El viejo Marx no nos dejó fórmulas, pero si un método, una interpretación de la realidad, una pasión por la constancia y un horizonte que los que coincidimos con él, debemos persistir en estudiar y en imitar.
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