tío frejolito
En 1989 se dividió Izquierda Unida y comenzaron sus desastres electorales. Sin embargo, en la contienda anterior a su ruptura, las municipales de 1986, la IU había obtenido un tercio del voto y algo más de cincuenta alcaldías provinciales. No obstante perder Lima, esas municipales fueron el mejor resultado histórico de las izquierdas, habiendo tejido una red nacional de autoridades locales que presagiaban nuevos triunfos hasta alcanzar la presidencia. ¿Qué ocurrió? ¿Cómo se desmoronó la izquierda y por qué no ha vuelto a recuperarse?
La Izquierda Unida nació de la derrota en las presidenciales de 1980, cuando la división en cinco candidaturas izquierdistas mermó notablemente el caudal electoral obtenido en la constituyente de 1978. Hubo una autocrítica limitada, no se superó la desconfianza y los partidos de izquierda formaron una coalición laxa, que permitía la continuidad de las partes. El acuerdo era para candidatear juntos, pero cada uno mantuvo su coto de caza en sus respectivas áreas de influencia social. Es más, en sentido estricto, tampoco se competía juntos, porque el voto preferencial permitía que cada partido se preocupara sólo de sus propios candidatos, con notable prescindencia del frente.
Así, la unidad de las izquierdas era una ficción, cada grupo seguía buscando su propio liderazgo. Por otro lado, con Alfonso Barrantes a la cabeza, algunos habían asumido la democracia, mientras que el resto continuaba en la ilusión y pasión revolucionaria. Las tensiones internas fueron fuertes y se agudizaron con el triunfo de Alan García en 1985. Barrantes creyó indispensable un entendimiento con el APRA y trató de empujar al entonces joven presidente hacia la izquierda. Por su lado, el ala radical prefirió un perfil de neto opositor. Como resultado, los líderes izquierdistas se anularon unos a otros; aparecían como figuras rivales con proyectos distintos.
La coalición se desmoronó cuando no pudo enfrentar el desafío de la lucha armada. Sendero sorprendió e inicialmente la izquierda negó los hechos. Pero, luego tuvo que asumir. Era evidente que SL estaba batiendo el campo, asesinando autoridades y dirigentes entre los que se encontraban algunos izquierdistas.
Pronto hubo un foso de sangre. Pero Sendero obligó a militarizar el país y las FFAA no comprendieron las diferencias entre comunistas. Les pareció que IU era el brazo legal de Sendero. En consecuencia, el ambiente se enrareció notablemente y se comprimió la legalidad. La IU acabó atrapada entre dos contendientes mayores que la trituraban.
La situación terminó de complicarse con el ingreso del MRTA a la lucha armada. Ahora no era un pariente lejano y despreciado, sino los queridos primos hermanos. Su lucha obligó a la ambigüedad. No se los podía condenar del todo, menos con un ejército que amenazaba con tragarse vivos a quienes actuaban en democracia.
Por otro lado, las izquierdas no comprendimos el cambio de sentido común. La gente dejó de creer en el Estado como solución y más bien lo identificó con la raíz del problema. Estaba triunfando el liberalismo y las izquierdas reiteramos un discurso estatista, sin sentido para las nuevas juventudes. Finalmente, quedamos asociados al Estado y a la lucha armada por conseguirlo.
Por el contrario, la gente aspiraba a menos Estado y rechazaba la violencia. La consecuencia fue el derrumbe electoral de una coalición que solo existía para las urnas. No se recupera porque los líderes izquierdistas no procesaron una autocrítica razonable ni tampoco emprendieron una renovación generacional.
La Izquierda Unida nació de la derrota en las presidenciales de 1980, cuando la división en cinco candidaturas izquierdistas mermó notablemente el caudal electoral obtenido en la constituyente de 1978. Hubo una autocrítica limitada, no se superó la desconfianza y los partidos de izquierda formaron una coalición laxa, que permitía la continuidad de las partes. El acuerdo era para candidatear juntos, pero cada uno mantuvo su coto de caza en sus respectivas áreas de influencia social. Es más, en sentido estricto, tampoco se competía juntos, porque el voto preferencial permitía que cada partido se preocupara sólo de sus propios candidatos, con notable prescindencia del frente.
Así, la unidad de las izquierdas era una ficción, cada grupo seguía buscando su propio liderazgo. Por otro lado, con Alfonso Barrantes a la cabeza, algunos habían asumido la democracia, mientras que el resto continuaba en la ilusión y pasión revolucionaria. Las tensiones internas fueron fuertes y se agudizaron con el triunfo de Alan García en 1985. Barrantes creyó indispensable un entendimiento con el APRA y trató de empujar al entonces joven presidente hacia la izquierda. Por su lado, el ala radical prefirió un perfil de neto opositor. Como resultado, los líderes izquierdistas se anularon unos a otros; aparecían como figuras rivales con proyectos distintos.
La coalición se desmoronó cuando no pudo enfrentar el desafío de la lucha armada. Sendero sorprendió e inicialmente la izquierda negó los hechos. Pero, luego tuvo que asumir. Era evidente que SL estaba batiendo el campo, asesinando autoridades y dirigentes entre los que se encontraban algunos izquierdistas.
Pronto hubo un foso de sangre. Pero Sendero obligó a militarizar el país y las FFAA no comprendieron las diferencias entre comunistas. Les pareció que IU era el brazo legal de Sendero. En consecuencia, el ambiente se enrareció notablemente y se comprimió la legalidad. La IU acabó atrapada entre dos contendientes mayores que la trituraban.
La situación terminó de complicarse con el ingreso del MRTA a la lucha armada. Ahora no era un pariente lejano y despreciado, sino los queridos primos hermanos. Su lucha obligó a la ambigüedad. No se los podía condenar del todo, menos con un ejército que amenazaba con tragarse vivos a quienes actuaban en democracia.
Por otro lado, las izquierdas no comprendimos el cambio de sentido común. La gente dejó de creer en el Estado como solución y más bien lo identificó con la raíz del problema. Estaba triunfando el liberalismo y las izquierdas reiteramos un discurso estatista, sin sentido para las nuevas juventudes. Finalmente, quedamos asociados al Estado y a la lucha armada por conseguirlo.
Por el contrario, la gente aspiraba a menos Estado y rechazaba la violencia. La consecuencia fue el derrumbe electoral de una coalición que solo existía para las urnas. No se recupera porque los líderes izquierdistas no procesaron una autocrítica razonable ni tampoco emprendieron una renovación generacional.
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