Por Santiago Tupac*
La primera vez que asistí a una reunión con los camaradas se trataba de la romería a la tumba de Horacio Zeballos. Esa mañana de recio sol arequipeño algunos compañeros de la Facultad y yo nos encontramos en la entrada del cementerio de La Apacheta y me sorprendió que en ese momento fuéramos tan pocos los presentes para un homenaje a quien era recordado por ser un líder de masas.
La primera vez que asistí a una reunión con los camaradas se trataba de la romería a la tumba de Horacio Zeballos. Esa mañana de recio sol arequipeño algunos compañeros de la Facultad y yo nos encontramos en la entrada del cementerio de La Apacheta y me sorprendió que en ese momento fuéramos tan pocos los presentes para un homenaje a quien era recordado por ser un líder de masas.
Enseguida comenzaron a llegar los dirigentes que en el Partido o el sindicato batallaron junto al mártir magisterial. Es así como los cerca de 30 asistentes nos dirigimos al mausoleo erigido por la familia a entregar la ofrenda y escuchar los emotivos discursos con los que se recordó las virtudes de “Amaru”, nombre que en la clandestinidad había usado Horacio.
Compartir ese homenaje me causaba una emoción difícil de describir. No solo eran los pasajes que se recordaban uno tras otro, era la atmósfera que se había apoderado de esa rueda en la que se ratificaba el compromiso de seguir luchando a pesar del difícil momento que se vivía y la ofensiva del régimen dictatorial fujimorista, era la dicha de oír el llamado para ser parte de una empresa histórica junto a aquellos hombres y mujeres decididos a vencer a pesar de toda previsión en un sentido razonablemente contrario.
Las semanas que siguieron a la romería me incorporé con entusiasmo a las tareas que los camaradas me encargaron, mientras que en mi hogar oía las advertencias recalcando los sacrificios que implican la vida del revolucionario. Sin embargo no acepté ingresar a militar al Partido. La razón era que aún no me sentía preparado suficientemente para ser digno de tan grande honor, así que devoré libros de marxismo y traté de llevar a la práctica lo aprendido. Pero en medio de la lucha antidictatorial fueron las palabras de Horacio: “El Partido forma y realiza”, las que me decidieron a solicitar mi alistamiento en un círculo de pre-militancia.
Hoy recuerdo todo ello porque se conmemora el vigésimo quinto aniversario del fallecimiento de Horacio y ciertas cosas me llaman la atención. La primera es que en algunos actos oficiales se trate de soslayar el papel de su Partido en la formación del carácter del camarada Amaru, y esto resulta irónico porque fue el propio Horacio quien se empeño en dejar constancia escrita de lo contrario. La segunda es que siendo que las nuevas generaciones no conocieron personalmente a Horacio, sí lo pueden hacer a través de su legado, como fue en mi caso, y con esa mística ir templando su espíritu comunista.
Acabo de comunicarme con los camaradas de Arequipa y me informan que se realizó la romería a su tumba con una nutrida concurrencia y varios jóvenes en ella. Será señal inequívoca de que soplan nuevos vientos. Avanzar decididamente hacia la revolución y el socialismo será el mejor homenaje al camarada Amaru.
*Santiago Tupac es militante de la JotaCé – Patria Roja
La imagen de este artículo corresponde al homenaje que los compañeros del MNI y la JotaCé de Sicuani realizaron con motivo del día internacional de la Mujer y homenaje a Horacio Zeballos
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